¿"Cállate, bonita"?



Me gustas cuando callas porque estás como ausente, decía Neruda.


Todo un imaginario colectivo discriminador de las mujeres condensado en un verso. Mujeres estereotipadas como charlatanas, cuando ellos son quienes tienen el derecho a usar su voz, a imponerla o a silenciar la nuestra. Mujeres quejicas cuando pedimos los derechos y el respeto que nos corresponden frente a hombres que al hacer lo mismo reivindican o son adalides de la justicia.

En el debate de investidura del Parlamento andaluz, ayer, se increpaba a una Parlamentaria con frases tan lúcidas y lucidas como "Cállate, bonita" y "No tienes ni puta idea". Las decía un parlamentario desde la bancada -supuestamente- progresista. Aunque ya sabemos que machiprogres de izquierdas hay tantos como machifachas de derechas.

La frase ya de por sí da para varias tesis doctorales, pero la reacción del resto de la Cámara es lo más espeluznante. 

Déjame que te hable también con tu silencio, dice el mismo poema. Y silencio cómplice fue el de las parlamentarias y parlamentarios que permitieron semejante tropelía.

Esto no es cuestión de educación. O más bien de ausencia de ella. La educación de nuestra clase política (en general, y sálvese quien pueda) es lo más parecido a la de un aula de educación infantil el primer día de clase. Pataleos, cuchicheos, pataletas y protestas. Solo faltan los lloros y solo se diferencia en la asistencia:en el cole te cuentan las faltas. Les hemos malacostumbrado y consentido y ahora no hay supernani que valga. 

Decir “cállate, bonita” a una es decir a las mujeres, todas, que estamos donde no deberíamos y que nuestra voz, aunque represente a miles, siempre puede ser callada con una orden dada por quien ostenta el poder y el privilegio. “Donde hay barbas, callen faldas” dice, sexista, el refranero español pero no es esa la voz del pueblo que queremos en quienes nos representan.

¿Tendremos a estas alturas que recordar a sus señorías el papel del lenguaje? Porque quizás, si no lo saben, no deberían estar en el espacio en el que hablarán por mí. ¿Tendremos a estas alturas que recordar a sus señorías que la ley* les encomienda erradicar las prácticas discriminatorias de todo tipo? Porque quizás, si no lo saben, no deberían estar en el espacio en el que trabajarán para eliminarlas, sino aprendiendo a detectarlas. 

Esto no es cuestión de partidos. Si todas las parlamentarias y parlamentarios de esa Cámara (que siento asco de que me represente) se hubieran levantado. Si al menos todas las parlamentarias hubieran puesto en su lugar a quien habló no consintiendo. 

Porque fue con vuestro silencio como hablasteis quienes no alzasteis la voz. Fue el silencio de la Presidencia de la Cámara quien permitió. El silencio del partido que no sanciona el que consiente. El silencio de la candidata a Presidenta, a la que al día siguiente un periódico de tirada nacional también faltaba el respeto mostrando solo sus piernas como portada.



Olvidar que lo que le hacen a una nos lo hacen a todas y anteponer los intereses del partido a los de la dignidad de las mujeres posibilita la impunidad ante todos los machismos que nos hieren a diario. También nos deja sin herramientas para luchar contra el machismo que nos mata, bien arropado por un sinfín de violencias permitidas, consentidas, silenciadas, aplaudidas.

Recordamos siempre el primer verso de Neruda y olvidamos el último: “Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto”. Pero fue cierto. Se dijo. Y no pasa nada. Solo unas pocas estamos desoladas. Desoladas, pero no calladas.



María S. Martín Barranco
@generoenaccion

*Art. 14 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.

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