Pobreza acaba en A.


La crisis. Qué les voy a decir de la crisis que no sepan. Da igual que sea la crisis mexicana, la española, la norteamericana o la japonesa. Suceda donde suceda siempre hay dos rasgos comunes: de cada crisis los ricos salen más ricos (y ese masculino no es genérico) y las pobres acaban máspobres.
España tiene cada vez un número más alarmante de personas pobres pero su Gobierno no sabe y no contesta. O sabe y no contesta, que para el efecto es lo mismo. No solo no contabiliza esa pobreza sino que la existente la ignora y la niega.
Las políticas ultraliberales que se están llevando a cabo en este país hacen que el número de personas pobres aumente a un ritmovertiginoso, pero no se asume la responsabilidad. Todo es culpa de “otros”: del Gobierno anterior, de la ciudadanía que no ha ahorrado lo que debía, de la Comunidad Europea que presiona.  Además, en la suerte inmensa que nos ha tocado hacen todo por nuestro bien y cada vez, una tras otra, prometen que será el último recorte, la última medida ¿No les suena a argumentos de maltratador?: “Todo fue porque me provocaste”, “Mira lo que me haces hacer”, “Yo solo quiero que te portes como Dios manda”, “Si me obedeces todo va a ir bien”, “No volveré a hacerlo más”.
Andalucía, aprobó un decreto que garantiza tres comidas aldía para la población de menores en riesgo de exclusión social. La respuesta desde el Gobierno no fue por irónica menos despreciable. No cito textualmente para no volver a sentir náuseas. Fue algo así como “¿Qué será lo próximo, bicicletas obligatorias?”. Para el Gobierno de mi país comer es una distracción, un juego, una banalidad de la que se puede prescindir. 
Si se niega la existencia de un problema ¿cómo hacer políticas para erradicarlas? Sin políticas para erradicarlas ¿cómo podrían tener perspectiva de género? Solo algunas instituciones como Cáritas u Organizaciones Internacionales como Unicef aportan cifras. Entre la infancia hay 2,2 millones de menores viviendo por debajo del umbral de la pobreza.  Uno de cada cuatro. ¿Cuántos niños y cuántas niñas? quedan invisibilizadas bajo un masculino excluyente, alevoso.

Entre las líneas imaginarias dentro de las que nací, cada vez más hogares monomarentales asisten a los servicios sociales, a los comedores de caridad. Casi el 80% dependen para subsistir  de ayuda de servicios sociales o redes familiares e informales. Cada vez más niñas y niños van a la cama sin cenar y al colegio sin desayunar. Y cada vez menos colegios públicos ofrecen un servicio gratuito de comedor. En este mismo país, los diputados y diputadas que representan a esas personas con hambre se han puesto de acuerdo por primera vez en varios años para aumentar en un 28% la asignación que se concede a los partidos políticos.


Algunas campañas de solidaridad apelan a la emoción para conseguir que las ciudadanas y los ciudadanos de este país asumamos la carga que el Estado abandona. El banco de alimentos se ha convertido en el sostén de millones de personas. Es necesario, pero es injusto.
Porque si hablamos de pobreza estamos hablando de dignidad humana. Y no es más indigno buscar basura en un contenedor, que favorecer las condiciones para que en este país, cada vez más gente no tenga nada que llevarse a la boca.
Habría querido hablar de erradicación de la pobreza, o de acabar con el hambre. Solo puedo pensar en cuál es, siempre, el género de lapobreza


Original publicado en Revista AMAM. Febrero 2014
Autora: María S. Martín Barranco

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