¿Incoherencias o indiferencias?

Soy consciente de que escribo esto cabreada, quemada, apabullada y con sueño. Posiblemente generalice y con ello me doy cuenta de que parte de lo que diga será mentira. Sé que voy a señalar con el dedo a personas ó perfiles que quizás ( casi seguro) no lo merezcan. Me arriesgo y si ha de ser, que en el pecado lleve la penitencia.
Voy a hacer una limpieza de amistades de Facebook. Y bien que lo siento. Nunca he aceptado a nadie sin ton ni son, ni he tenido un interés especial en tener mil, dos mil o cinco mil amistades, así que quienes están, están porque me gustan, porque aprendo con ellas, porque creo que el futuro está en compartir el conocimiento con todos los medios a nuestro alcance. He mirado, en estos dos años, cada perfil que aceptaba para saber si algunos de sus "me gusta", sus actividades o sus fotos o mensajes iban en contra de los principios cívicos ( no morales, esos cada quién tiene los suyos y yo no entro en ellos) que considero mínimos. Por supuesto, hay personas (o perfiles, repito) con los que comparto más afinidades, enlaces, comentarios o bromas. Tan natural como la vida misma.
Dicen que este mundo virtual no es ni más ni menos que un reflejo del mundo real con sus cosas buenas y sus cosas malas y yo no sé si es verdad o mentira o todo lo contrario. Iba a decir " y ni me importa", pero es que sí me importa y cada día más.

De vez en cuando llegan invitaciones de amistad a este perfil— o coincido en alguna página en la que participo más activamente— de energúmenos con fotos brutales, objetivos de grupos que incitan al odio, a la discriminación racial, sexual, de género o de, o de o de. Así que me molesto en entrar, denunciar, compartir el perfil nefasto y nefando para que quien lo desee, pueda expresar su repugnancia si es que la comparte conmigo. Esto me ha llevado a sufrir no pocas denuncias, a tener el perfil inhabilitado durante meses, a no poder hacer invitaciones de amistad, a que no me las pudieran hacer a mí. Siempre lo ha dado por bien empleado si servía para concienciar a alguien.
En lo que nunca me había fijado era en las “amistades compartidas”. De pronto hoy mis ojos se han dignado a pararse en la frasecita y he alucinado. Feministas activísimas y algunas de ellas muy conocidas nacional e internacionalmente, asociaciones de prestigio, partidos políticos, políticos y políticas con sus páginas personales o sus grupos de fans, no sólo como amistades de grupos y asociaciones de contenido pavoroso —que entiendo que no se puede estar pendiente todo el día a controlar los cientos de grupos que se van acumulando con el paso del tiempo— sino con nombres o fotos de perfil directamente escandalosas por xenófobas, discriminadoras o incitadoras al odio y la violencia. Y no es de recibo, leñe.
No pretendo ser más papista que el Papa, ni ponerme como ejemplo de nada ni ante nadie porque ni quiero, ni puedo ni ¿debo? Pero sí me siento en el derecho y la obligación de exigir de quienes comparten mi amistad— aunque sea virtual— un ejercicio de responsabilidad. Algo tan simple como una miradita antes de responder una solicitud, por ejemplo.
No es intransigencia, creo, ni prepotencia. Es pedir respeto por la labor de quienes se dejaron y nos dejamos cada día el pellejo por los derechos de toda una sociedad.
(Y si son intransigencia y prepotencia y las quieren disculpar, mis más rendidas gracias).

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