¿Quién cuida a las cuidadoras de personas con discapacidad?


Actualmente se está conceptualizando y trabajando para visibilizar y erradicar la doble discriminación que padecen las mujeres que viven con algún tipo de discapacidad. En este sentido, considero que también es necesario que nombremos a aquellas que también se ven afectadas de manera no evidente por la discapacidad: las mujeres cuidadoras.





Al atribuírsenos, a las mujeres, características tales como poseer por naturaleza un instinto maternal y una mayor capacidad de empatía y sensibilidad respecto a los hombres, nosotras somos la parte de la población sobre la que recae la responsabilidad del cuidado. Y digo recae, porque a menudo asumimos esta tarea como consecuencia de la naturalización de los estereotipos de género que dictan que las mujeres somos más aptas para el cuidado de la familia y de los demás, y no como resultado de una decisión. Por ello, no nos sorprende escuchar afirmaciones como la siguiente:

“Una madre con un hijo con discapacidad dice yo lo que quiero es que mi hijo encuentre una buena mujer para que lo cuide. Y en el caso de las mujeres con discapacidad dicen a mí me gustaría siempre poder atender a mi hija.”[1]


Por supuesto que es una obligación ética, moral, y hasta un acto de amor, organizarnos para que las personas que tienen limitaciones en su funcionalidad logren ejercer su derecho a vivir dignamente. El problema es que el trabajo que implica el cuidado se asume automáticamente como “femenino”, es decir, como algo que le corresponde a las mujeres. De donde resulta que en el caso de que alguien tenga que asumir esta responsabilidad, que puede llegar a ser de tiempo completo, ese alguien será –casi invariablemente- una mujer. Una mujer que por la falta de otras alternativas o de una organización justa y adecuada al interior del círculo familiar, terminará renunciando a la escuela, a su trabajo y a su vida social en pro del cuidado de alguien más, ocasionándole, aquí sí, naturalmente, problemas tales como irritabilidad, cansancio, estrés crónico y hasta depresión[2].

Aunque las familias son círculos sociales diversos en cuanto al número de personas que las integran y a sus características socioeconómicas, me parece que es importante que abordemos la problemática de las cuidadoras desde la perspectiva de género, pues no bastaría con la promoción del autocuidado –aunque por otra parte también es necesario-, ya que el problema medular es que el rol social del cuidado se le atribuye exclusivamente a las mujeres, resultando esto en afectaciones a nuestra salud emocional, síquica y física.

Entonces, ¿hace falta cuidar a las cuidadoras? ¿Promover el autocuidado? ¿U organizarnos para distribuir las responsabilidades del cuidado de una manera igualitaria?



Por : Adriana Bautista Jácome.
Feminista. Actriz, escritora, gestora cultural y productora de teatro. Dirige Teatro En la Piel, compañía con Perspectiva de género y Derechos humanos. Ganadora del XVII Concurso de cuento “Mujeres en vida”, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Mención Honorífica en el Premio de la Juventud de la Ciudad de México 2013, del INJUVE. Dirige el proyecto “Actuando Por Tus Derechos, Mujeres. Teatro en tu universidad”, que obtuvo Mención Honorífica en el Banco de Buenas Prácticas contra la violencia hacia las Mujeres, Hermanas Mirabal 2013, de la Comisión de Derechos Humanos del D.F. 



[1] Testimonio tomado del documental sobre la situación de las mujeres con discapacidad en Andalucía Tesis Mujeres y Discapacidad https://www.youtube.com/watch?v=jV03qkqi2-A
[2] El estrés en cuidadoras de personas con discapacidad en estado de dependencia
http://www.elvacanudo.cl/noticia/sociedad/el-estres-en-cuidadoras-de-personas-con-discapacidad-en-estado-de-dependencia

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